Comprender los caminos de la política en estos tiempos no es tarea fácil; la actual gestión del Estado y buena parte de la oposición solo parecen motivados por los intereses partidarios y económicos más que por la situación social de nuestro pueblo. No se destacan por la coherencia política ni por la preocupación real ante las necesidades de la gente, que apresurada y drásticamente es llevada a la pobreza.
El perverso ajuste impulsado por el Gobierno Nacional y las ideas que lo sostienen, fundamentadas en menos derechos humanos y sociales, promueve la pauperización general, habilita la colonización extranjera, desconoce la pluriculturalidad en los territorios, favorece a los sectores más ricos y concentrados del país e intenta sostener todo lo anterior con viejas y nuevas modalidades represivas.
Si quisiéramos caracterizar la actual gestión no dudaríamos en decir que es desprolija, irresponsable, irrespetuosa y agresiva. La aporofobia y la mentira son elementos destacados (¿acaso constitutivos?) en su forma de ejercer el gobierno. Ejemplos de esto son: la incapacidad para el diálogo, las políticas impositivas, los comentarios hirientes a grupos sociales (mostrando de manera cruel y desvergonzada la aversión y rechazo a los pobres de nuestra tierra), la transgresión de las leyes constitucionales y de los procederes reglamentados del Congreso, que se desdice cotidianamente con justificaciones escandalosas, insensibles a la vulnerabilidad. Este gobierno dice estar en contra de la casta, cuando la verdad es que la casta denunciada está dentro de su gobierno. Predican la austeridad fiscal cuando en verdad aumentan sus sueldos en un 48 %. Hablan de ponerse del lado de los argentinos y argentinas, cuando en realidad facilitan el descontrol financiero y producen recesión, con la consecuente caída de la producción y el aumento del desempleo…
Se apoya en una ideología que se autopercibe como la reserva moral de la Nación, única capaz de resolver los problemas del país, prescindiendo de los demás, autoritaria y xenofóbica, con resabios de la época de la Dictadura.
El deterioro humano al que nos lleva la actual conducción es lamentable y doloroso, porque las consecuencias son múltiples en la educación, salud, precariedad laboral, inseguridad. Pero además (y esto es muy grave) se observa una erosión y deformación de aquella ética social que tiene mucha y rica tradición en nuestro país y que se basa en la solidaridad y no el individualismo, en los derechos humanos y no la negación de la vida, en la valoración de la naturaleza con la que convivimos y no en su saqueo y explotación para la ganancia desenfrenada, en el cuidado de los débiles y no en su descarte.
El modelo liberal nunca va a ponerse del lado de esta ética social que construimos en la historia de nuestra patria, y muchos no lo entienden, amparando este comportamiento político sin crítica alguna. Una limitada visión de la realidad y de las causas de este desastre predomina incluso en las mesas de partidos políticos y ámbitos religiosos, entre otros.
Se hace urgente favorecer espacios de debate y reflexión, permitiéndonos análisis profundos sobre la situación social, los modelos políticos – económicos reinantes, la formación de una ética comunitaria, las normas de una soberanía ecológica y económica, las pautas de una convivencia política que ayude al desarrollo integral del país, la formación política como dimensión de la fe cristiana. Las iglesias y los partidos políticos, las organizaciones sociales y las universidades, los colegios y centros de formación, los centros vecinales y clubes, cada actor social deben dialogar en búsqueda de una transformación completa y más humana. Si no creamos estrategias en esta línea y también expresiones de una resistencia que salve los valores elementales de la vida y el vínculo social, del desarrollo integral y el cuidado de la Casa Común, estaremos estancados y, más aún, camino al abismo.
Las visiones liberales no integran la categoría de pueblo, solidaridad, justicia social, caridad social y política, desprecian el encuentro hecho cultura y la valoración del otro para la construcción común. El fundamentalismo liberal-conservador expresa irritación a la diversidad y a la participación social, política y económica. Creen en un Mercado que lo resuelve todo, en las libertades conquistadas por la competencia desleal y perversa, en la meritocracia, en la propiedad privada intocable y suprema, en el orden dictado por la fuerza. Son violentos a través de leyes impuestas y actitudes autoritarias.
Es una historia que se repite en Argentina, y quizás en otros lugares del mundo, recetas viejas pero más agresivas y apresuradas. No hay salida ahora ni dentro de un año o veinte como suelen afirmar. La paciencia que nos piden corre el riesgo de caer en la resignación, y la confianza que nos solicitan es la “crónica de una traición anunciada”.
¿Cuál es nuestra tarea? Enuncio algunas que considero importantes y que tendrían que ser el contenido de un Pacto opuesto al anunciado, tanto para la dirigencia política como para y en el pueblo argentino:
- Desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados, como propone el Papa Francisco en Fratelli Tutti, sobre todo cuando ésta es incluso deslegitimada.
- Intentar el ejercicio de una política que se apasione por el bien común, con amor político, donde se pueda dialogar, lograr consensos y ampliar la participación ciudadana, en especial de movimientos populares, pueblos indígenas y ambientalistas. Tierra, techo y trabajo serán los propósitos de un desarrollo integral como pueblo.
- Denunciar las injusticias y negación de derechos humanos, sociales y laborales como así la destrucción de los recursos naturales no renovables.
- Procurar celosamente la independencia de poderes del Estado y que éstos se rijan y legislen en favor de los más frágiles de la sociedad.
- Y sumamente necesario, tenerle miedo al olvido, no renunciar a la lucha, cultivar la honestidad, el amor al otro, y la pertenencia a un pueblo. Ello nos salvará de esta calamidad liberal.
P. Mario Bússolo
Misionero Claretiano
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