Edicion / agosto 20, 2024

Categoría: Misión Claretiana

REFLEXIONES BÍBLICAS SOBRE EL AGUA

Isaías 41, 17-18

El pueblo de Israel tiene experiencia de desiertos, caminatas largas sin ver una gota de agua, sólo confiando en Dios su liberador. Son varias situaciones donde el pueblo deberá esperar sólo en Dios porque no encontrará en personas o líderes una respuesta a sus necesidades, o porque los guiaron engañados por caminos de no vida.

El querer de Dios, su proyecto, es que toda sed sea saciada, transformando toda realidad sufriente en vertientes de vida nueva. Más no por fruto de un milagro que de la nada surja esa agua, sino por fruto de la organización del pueblo, de una nueva toma de conciencia, de ponerse de acuerdo y luchar juntos hacia un destino común. La gracia de este pueblo es su convicción de salvarse juntos, con los que comparte una identidad y una historia, una pertenencia a Yahvé que escucha sus gemidos y los fortalece para emprender nuevos caminos.

Apocalipsis 22, 1-3

El apocalipsis describe una ciudad ideal del cual Dios y Jesús, el Cordero, son sus gobernantes. Una ciudad que tiene un río con aguas cristalinas, que dan vida, rodeado de árboles que dan frutos cada mes y sus hojas tienen propiedades curativas y el poder de sanar pueblos.

Es realmente una imagen soñada que para el que su lugar de vida es un páramo árido despierta una energía desconocida. Quien sufre por sequías, o puede ver en peligro su entorno vital, quizá escuche discursos de un castigo divino. Totalmente contrario según el sueño del Apocalipsis donde todo lo que desea Dios es que vivamos bien en un entorno vivificante, sano. Que no sólo cure el alma de las personas sino también el alma de los pueblos, su cultura, su sabiduría, su existencia en la tierra.


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