Desde el equipo de Solidaridad y Misión, consideramos que lo acontecido nueva y recientemente con la
comunidad Lafken Winkul Mapu toca puntos sensibles de nuestra espiritualidad misionera y nos debe
mover a la reflexión en cada uno de nuestros ámbitos evangelizadores. Dado que ya se han expresado
numerosas voces al respecto, solo puntualizaremos y nos preguntaremos sucintamente sobre 3
aspectos.
- El pueblo mapuche. Nuestra congregación hace muchos años comparte la vida con el pueblo
mapuche. En nombre de esa prolongada experiencia de convivencia-en-la-misión, les debemos
respeto y honestidad en nuestros dichos y miradas. Por eso decimos que los mapuches no son
terroristas; no quieren otro Estado; no quieren adueñarse del país; los mapuches no son el
enemigo interno de la Argentina o de Chile; los mapuches no son un pueblo violento.
Cada misionero, cada misionera, cada joven, cada persona que maduró su discipulado en
nuestro Sur, lo sabe y lo ha comprobado en muchos escenarios de lo cotidiano: en los parajes,
en los pueblos, en la ciudad.
Mientras constatamos lo anterior, continuamos viendo que los medios y ciertas fuerzas
políticas presentan una ficción malintencionada, secuela de otra historia prologada (en este
caso triste): la estigmatización, el racismo y la violencia contra los pueblos indígenas. Nos duele
que dentro de las comunidades eclesiales se adhiera y se difundan expresiones y
manifestaciones que abonan esta visión. ¿Acaso este pueblo que hoy se ataca tan
cobardemente no es el mismo por el que tantos cristianos (sacerdotes, religiosas, laicos y
laicas) gastaron y gastan gozosamente su vida y su historia? ¿Acaso no nos interpela -en tanto
misioneros “con espíritu”- que una espiritualidad ancestral, una cosmovisión que tanto nos ha
enseñado, sea hoy reducida y malversada de esta manera? - El reclamo territorial. Como seguidores de Jesús, estamos convencidos que el testimonio
evangélico más contundente es aquél que se expresa en la caridad, en la atención de los más
pobres, de los que sufren, de los que claman justicia (Cfr. RM, 42)1
. Eso vuelve inaceptable
avalar acciones de los Estados (sea cual fuere su signo) en las que se demuestra dureza con los
débiles y debilidad con los fuertes. En este sentido ¿Es cristiano justificar que el Estado y la
Justicia desplieguen tanta saña contra una comunidad originaria que reclama 9 hectáreas de
territorio mientras ese mismo Estado y esa misma Justicia son condescendientes con intereses
extranjeros que poseen (y privatizan) más de 600.000 hectáreas de territorio nacional? ¿Es
cristiano seguir callando ante la no implementación de una ley que sería una herramienta de
solución y que probablemente no se aplique para dar continuidad y profundizar estos
conflictos? - Las mujeres. Como misioneros “arraigados y audaces”, que queremos llegar al 2027
reconociendo de modo singular a la mujeres, protagonistas de la vida eclesial y social (Cfr. QC
n° 802
), ¿podemos admitir que mujeres mapuches hayan sido sometidas a una barbaridad
procesal, como ha sido detenerlas, impedirles el acceso a la legítima defensa, establecer y
prolongar de manera ilegal los plazos de incomunicación, trasladarlas 1600 kilómetros desde su
territorio hasta un penal federal? Los relatos que nos han llegado respecto del proceso de
detención y traslado, violan los mínimos estándares de acceso a la justicia y de respeto a los
derechos humanos. Siendo una Congregación que está haciendo un camino de compromiso
para que la lucha por la justicia y la construcción de la paz sean rasgos distintivos de nuestra
espiritualidad, formación y misión (Cfr. QC n° 80c)3
, ¿qué resonancias y repercusiones tienen
este tipo de atropellos?
Es sabido que nuestro fundador, el P. Claret, tuvo una actuación profética en Cuba, en favor de los
esclavos de entonces. Pero de nada vale una memoria agradecida de aquella actuación, sin una
actualización constante, sin una resignificación que nos permita preguntarnos (y respondernos) quiénes
son los actuales oprimidos, los actuales esclavos, los actuales sometidos a las diferentes coronas. Como señalara Miguel Hesayne, obispo de Viedma, la primera instancia en nuestra acción evangelizadora ha
de ser reconocer la pobreza-miseria concreta, ya que los pobres no son una abstracción, tienen nombre
y apellido y son víctimas de situaciones y estructuras injustas4.
Nos resta seguir escudriñando cuándo, dónde y cómo es necesaria nuestra presencia misionera. En este
caso, hablamos de lo ocurrido con la comunidad Lafken Winkul Mapu. Sin embargo, a partir de esta
situación, es posible ir más allá y calibrar cómo estamos viviendo nuestra experiencia de fe ante las
diferentes interpelaciones de la realidad.
Que sea justicia y que, concomitantemente, haya paz
- Redemptoris Missio, Carta Encíclica sobre la validez del mandato misionero. 1990.
- Querida Congregación, Documento del XXVI Capítulo General, Misioneros Claretianos. 2021.
- Idem 2.
Comentarios:
Defendamos protejamos a nuestras comunidades, de toda violencia sea física o psicologica
gracias por este mensaje y esta interpelación. Somos una Congregación Misionera que debe acompañar a los pueblos originarios en su reclamo y busqueda de dignidad.